¿Quiénes acompañan a Jesús en su segundo recorrido por Galilea?
En su viaje anterior por el territorio lo acompañaron sus primeros discípulos: Pedro, Andrés, Santiago y Juan, pero ahora lo acompañan los 12 apóstoles, y también algunas mujeres, entre ellas están María Magdalena, Susana y Juana, cuyo esposo es un oficial del rey Herodes.
¿Por qué va la familia de Jesús a buscarlo?
Porque al intensificarse el paso del ministerio de Jesús, también se intensifica la controversia respecto a su actividad vienen a apoderarse de él porque sus hermanos no creen que él sea el Hijo de Dios, por lo tanto, creen que Jesús padece de una enfermedad mental grave y quieren llevárselo consigo.
¿Cómo tratan de manchar la reputación de Jesús los escribas y los fariseos? ¿Cómo les responde él?
Los escribas y fariseos para desacreditar a Jesús dicen a la gente que el expulsa a los demonios sino por medio de Beelzebub, el gobernante de los demonios
Primero Jesús les dice que el no expulsa los demonios por medio de satanás porque si así lo es entonces Satanás expulsa a Satanás.
También ya que los fariseos afirman que entre ellos hay quienes han expulsado demonios, Jesús también pregunta Si yo expulso a los demonios por medio de Beelzebub, ¿por medio de quién los expulsan los hijos de ustedes?”. Es decir, la acusación contra Jesús aplica tanto a ellos como a él. Y luego les dice “Pero si es por medio del espíritu de Dios como yo expulso a los demonios, el reino de Dios verdaderamente los ha alcanzado”.
Por ultimo Jesús advierte a estos opositores satánicos que “la blasfemia contra el espíritu no será perdonada”. Porque los escribas y fariseos han cometido ese pecado imperdonable cuando, atribuyen a Satanás lo que claramente es la operación milagrosa del espíritu santo de Dios.
TEXTOS BÍBLICOS
Mateo 12:32
Por consiguiente, Jesús advierte a estos opositores satánicos que “la blasfemia contra el espíritu no será perdonada”. Pasa a explicar: “A cualquiera que hable una palabra contra el Hijo del hombre, le será perdonado; pero a cualquiera que hable contra el espíritu santo, no le será perdonado, no, ni en este sistema de cosas ni en el venidero”. Esos escribas y fariseos han cometido ese pecado imperdonable porque con mala intención atribuyen a Satanás lo que claramente es la operación milagrosa del espíritu santo de Dios. (Mateo 12:22-32; Marcos 3:19-30; Juan 7:5.
Mateo 12:31
Los líderes religiosos judíos del siglo primero que se opusieron con malicia a Jesucristo pecaron contra el espíritu santo. Ellos veían el espíritu de Dios en acción cuando Jesús realizaba milagros que honraban a Jehová, y sin embargo, atribuían el poder de Cristo a Satanás. Según Jesús, los que blasfemaban de ese modo contra el espíritu santo de Dios cometían un pecado que no se perdonaría “en este sistema de cosas ni en el venidero” (Mateo 12:22-32).
Blasfemar es emplear expresiones difamatorias, injuriosas o insultantes contra las personas o cosas sagradas. Como el espíritu santo procede de Dios, hablar contra ese espíritu es lo mismo que hablar contra Dios. Quienes hacen tal cosa y no se arrepienten no reciben perdón. Lo que Jesús dijo sobre ese tipo de pecado muestra que él se refería a quienes se oponen deliberadamente a la actuación del espíritu santo de Dios. El espíritu de Jehová estaba actuando mediante Jesús y, aun así, los enemigos de Cristo atribuían ese poder al Diablo. De ese modo, cometieron el pecado de blasfemar contra el espíritu. Jesús dijo al respecto: “Cualquiera que blasfema contra el espíritu santo no tiene perdón jamás, sino que es culpable de pecado eterno” (Marcos 3:20-29).
Lucas 8:1-3
En Lucas 8:1-3, por ejemplo, se nos dice que María Magdalena, Juana, Susana y otras mujeres utilizaban “sus bienes” para ministrar sin pretensiones a Jesús y sus apóstoles. Aunque estos hombres no eran indigentes, habían abandonado su medio de vida para concentrarse únicamente en el ministerio (Mateo 4:18-22; Lucas 5:27, 28). Al ayudarles a cumplir con su asignación divina, estas mujeres, en realidad, glorificaban a Dios. Y Jehová demostró que las aprobaba al conservar en la Biblia un registro de su generosidad compasiva para que las generaciones posteriores lo leyeran (Proverbios 19:17; Hebreos 6:10).
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